Abandono Luang Prabang con una sensación
agridulce. He vivido intensamente cada instante de mi estadía en este lugar de
gente generosa y paisajes inolvidables.
Los masajes de la cascada Kuangsi.
Milagrosamente turquesa.
Un carnavalito en el hall del guesthouse
El cha cha chá en la choza del lago Tadthong,
un nado refrescante después de un día de intensa caminata. Descansar, respirar.
Tener la sensación de no pedirle más nada a la vida.
Una meditación al atardecer en la vera
del río Mekong. Viendo pasar los monjes en los barcos en el momento justo en
que el sol se esconde y se encienden las antorchas.
Masticar el significado de dejarlo ir.
Conocer gente que sabe dejarlo ir. Que
nunca se ata a nada. Que prefiere viajar por el mundo a una casa grande con
jardín y pileta. Me pregunto si yo podría.
La generosidad de la gente. Cada rostro
es poesía y cada muestra de afecto, una corazonada. No importa la humedad, los
mosquitos y el calor. El amor de la gente todo lo compensa.
Presente no me sueltes. Por favor no me
dejes ir.
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