miércoles, 30 de julio de 2014

El hombre frente a la estatua

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Muy provocadoras parecen ser las cuatro estatuas de mujeres verdes que se exhiben en los laberintos del Jardín de las Tulleries, en París. Esas que miran al triángulo de cristal del Museo de Louvre como queriendo verse reflejadas en él. Tan provocadoras que despiertan la imaginación del cuanto turista se acerca a ellas para fotografiarlas. Pero lo más interesante es ver cómo cada uno se aproxima a ellas, las contempla y finalmente logra su imagen deseada a su manera. Algunos logran hasta una metamorfosis con la estatua, y en ese sentido, si el escultor era vanguardista, podemos decir que su objetivo está cumplido.
La primera mujer desnuda tiene las manos en la cabeza, como si estuviera recogiéndose el cabello. Si París se hace famoso por “l’amour”, como rezan los carteles publicitarios, podemos decir que ella lo sustenta en parte.
Con ansiedad se le acercó una parejita de jóvenes latinos. “¡Dale que te saco!”, le dijo la novia riendo y empujando en forma arrebatada a su compañero para que pose junto a la más sensual de las estatuas. Como era de esperar, él se encontró sin saber qué hacer y de haber estado en Delfos no habría dudado en consultar con el oráculo sobre dónde apoyar su mano. Y en un acto de arrebato sexual sin límites pensó “Gaudeamus” y abrazó la estatua desde la cintura y subió perspicazmente su mano hasta tocarle su seno frío y encajado.
Fue tal escrutiñadora la mirada de su novia, casi de trasmisión telepática,  que el muchacho no tardó más de dos segundos en sacar la mano y alejarse. En la foto, él salió con las manos en los bolsillos y en una distancia prudente.
Si al final de cuentas, “L’amour du Paris” sólo existe para algunos en los carteles y para otros en algún laberinto perdido donde cuatro mujeres frías y verdes esperan sensuales en el Jardín de las Tulleríes. 


JARDÍN DES TUILERIES

París, Francia. Este jardín formal de 28 hectáreas se inauguró en el siglo XVI y se extiende desde el Louvre hasta la place de la Concorde. En sus momentos, fue el lugar más elegante de la ciudad para pasear y el trazado de los estanques, setos y senderos de grava se mantiene prácticamente idéntico al que diseñó el jardinero real, André Le Notre.

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