Muy provocadoras
parecen ser las cuatro estatuas de mujeres verdes que se exhiben en los laberintos del Jardín de las Tulleries, en París. Esas que miran al triángulo de
cristal del Museo de Louvre como queriendo verse reflejadas en él. Tan
provocadoras que despiertan la imaginación del cuanto turista se acerca a ellas
para fotografiarlas. Pero lo más interesante es ver cómo cada uno se aproxima a
ellas, las contempla y finalmente logra su imagen deseada a su manera. Algunos
logran hasta una metamorfosis con la estatua, y en ese sentido, si el escultor
era vanguardista, podemos decir que su objetivo está cumplido.
La primera mujer
desnuda tiene las manos en la cabeza, como si estuviera recogiéndose el
cabello. Si París se hace famoso por “l’amour”, como rezan los carteles
publicitarios, podemos decir que ella lo sustenta en parte.
Con ansiedad se
le acercó una parejita de jóvenes latinos. “¡Dale que te saco!”, le dijo la
novia riendo y empujando en forma arrebatada a su compañero para que pose junto
a la más sensual de las estatuas. Como era de esperar, él se encontró sin saber
qué hacer y de haber estado en Delfos no habría dudado en consultar con el
oráculo sobre dónde apoyar su mano. Y en un acto de arrebato sexual sin límites
pensó “Gaudeamus” y abrazó la estatua desde la cintura y subió perspicazmente
su mano hasta tocarle su seno frío y encajado.
Fue tal
escrutiñadora la mirada de su novia, casi de trasmisión telepática, que el muchacho no tardó más de dos segundos
en sacar la mano y alejarse. En la foto, él salió con las manos en los
bolsillos y en una distancia prudente.
Si al final de
cuentas, “L’amour du Paris” sólo existe para algunos en los carteles y para
otros en algún laberinto perdido donde cuatro mujeres frías y verdes esperan
sensuales en el Jardín de las Tulleríes.
JARDÍN DES
TUILERIES
París, Francia. Este jardín
formal de 28 hectáreas
se inauguró en el siglo XVI y se extiende desde el Louvre hasta la place de la Concorde. En sus momentos, fue
el lugar más elegante de la ciudad para pasear y el trazado de los estanques,
setos y senderos de grava se mantiene prácticamente idéntico al que diseñó el
jardinero real, André Le Notre.
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