Lee no se prende al juego. “I don´t cheet you. You don`t
cheet me. Cheeting, Laying. Not good”, expresa en un inglés de segundo año de
academia. Nacido en la isla de Hainan, China, 86 años atrás, el hombre se vino a
Bangkok por una cuestión elemental: tenía hambre. Fue a los 56, en la época de
Mao Tse Tung, de quien prefiere no hablar. Cuando le pregunto qué opina del
hombre que instauró la revolución comunista en China, cambia radicalmente de
tema. Algo similar a lo que me sucedió en Laos, cuando preguntaba a la gente cuestiones
que tenían que ver con la política local.
“No money, no honey”. Esta es una frase trillada en Bangkok
que Lee repite hasta el cansancio. Cuenta que al dejar China abandonó además a
su esposa y su hijo, de quienes nunca más escuchó hablar. Si hoy le preguntas
qué edad tiene su hijo, responderá “I am not sure. 56, I think”. Nunca más
volvió a hablar con ellos. Por falta de dinero no puede volver a su tierra. Por
falta de dinero no puede contactarse con su familia. Si no tiene con qué
mantenerlos, es mejor que no aparezca, opinan. “It is all about money. Like the
song. Money, money, money”, y tararea el musical de Liza Minelli chasqueando
los dedos de su mano izquierda.
Lee trabaja de 6
a 18 todos los días del año. Con lo que gana puede pagar
la renta y la comida, que en Bangkok es cada vez más cara. “Todo lo que hago es
trabajar. Usted es joven. Tiene hermanos, padres, amigos. Pero cuando es viejo
como yo, se queda solo. Entonces trabaja, trabaja, trabaja. No le queda tiempo
para pensar. Si piensa, se pone triste. Si se pone triste, se enferma. Si se
enferma, no tiene quién lo cuide”.
El tránsito infernal demora aún más la llegada y el relato a
este punto nos ha hecho llorar. Para cambiar el clima, le pido algo de música
de su país. Lo cual asiente y dice: “Ahh ¿Quieres música de China? Pues bien,
escucha esto”. Saca un CD grabado de la guantera del auto, lo pone en el
estéreo y lo que suena a continuación sorprende.
Es la canción Obladí Obladá de Los Beatles, tan alegre, tan
energética que invariablemente el clima denso que antes reinaba en el auto
amaina. Lee intenta bajarse del auto para bailar en la calle. Lo hace, el
tráfico es infernal. Hay seis carriles, tres de un lado y tres del otro,
completamente atascados. Pienso que en cada una de esas filas hay al menos una
historia como la de Lee. Y yo dirgiéndome a un lujoso centro comercial. La
culpa cristiana me invade. Le pido que regrese al auto.
El hombre vuelve a tomar el control del volante y muestra
los músculos de su brazo izquierdo. “Look. I am stroooong”, dice estirando la
última estrofa de la frase. El CD de los Beatles continúa y entonces sigue
cantando. “If you think too much, you are sad and sick. I try to be happy. I am
ok. My heart is clean”. Y baila.
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