jueves, 14 de agosto de 2014

En llamas te dejo, Smyrne

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En su memoria lleva estampadas las imágenes de su infancia. Casi por instinto, las plasma con óleos en el lienzo. Rose Minassian de Sukiasian pintó varios cuadros de Cordelió, el lugar donde respiró sus primeras bocanadas. Y hoy, a un océano de distancia, las muestra con aire de satisfacción en su casa de barrio Pueyrredón, de Córdoba capital.
Haciendo fuerza con el respaldar de la silla, levanta con las manos sus 91 años de humanidad. Mirando uno de sus cuadros exclama: “¡Ay Cordelió! Ahí pasé mi infancia hasta que me tuve que ir. ¡Qué triste! El último paisaje que vi fue el de Smyrne en llamas. Los turcos perseguían a los armenios. Incendiaron la ciudad para no dejarlos escapar”.
Cuando Rose era pequeña, Cordelió era una zona pacífica de Smyrne que le pertenecía a los griegos. Por toda la región vivían muchos armenios acaudalados. Pero en los comienzos del sigo 20, los turcos comenzaron sus ansias de expansión. Buscaron recuperar territorios perdidos, como la antigua zona de Smyrne (también llamada Esmirna). Y lo hicieron de la peor manera: buscando y aniquilando a cada armenio de la región. La ciudad fue incendiada en 1922. Rose tenía entonces ocho años. 
“Miren a Smyrne por última vez’, nos dijo la mucama. Cuando nos acercamos a la ventana, vimos la destrucción. Había llamas sembradas en zigzag. Gente que corría por todos lados, hombres que se quemaban vivos. Todos querían salvarse. Pero, como no podían, se tiraban al mar”, recuerda la mujer.
Junto a las mujeres de su familia, Rose se escondió en la casa de unos amigos franceses que le dieron resguardo: los Lohner. Ellas pudieron escapar. Los hombres no.

El grito de los castigados
“Una noche estaba en casa. Eran las cinco de la mañana. Las ventanas estaban a medio abrir. Y alcancé a ver a millones de hombres, de 16 hasta 70 años, que marchaban en una calle ancha. Estaban todos atados y caminaban en una fila interminable. Pasaron así durante ocho o diez horas. Estaban atados por detrás y por el costado, para que no pudieran escapar. Enseguida mamá me mandó a dormir. Cuando me levanté, al otro día, todavía seguían pasando”.
Fotografía Gentileza de Nicolás Bravo
Entre los prisioneros había caras conocidas, como la del carnicero. “Todavía recuerdo sus lamentos. Como cuando les pegaban con el látigo”, cuenta la mujer, y suelta un dramático quejido para evocar el grito de los castigados.
Con el apoyo de la familia que las albergaba, pudieron huir del país simulando ser refugiadas francesas. Llegaron al puerto diciendo: ‘je sui francê’ y la marea de gente se abría para dejarlas pasar. Los gritos ensordecían porque la tortura continuaba. A los hombres los arrojaban contra la pared y les pegaban latigazos.
“Abandonamos Cordelió en un barco. Cuando nos alejamos de la tierra, vi cientos de hombres flotando en el mar. ‘¿Qué están haciendo esos señores en el agua?’, le pregunté a mi mamá. A lo que ella contestó: ‘Nada, Rose. Están haciendo la planchita’".
Al cumplir 15 años comprendió el porqué de los incendios, las muertes y las torturas. Y que todos aquellos hombres no estaban nadando en el mar. Yacían sin vida.

Una carta pidiendo esposa
Las mujeres de la familia Minassian se establecieron en la isla griega de Mitilena. Allí retomaron los estudios. Su mamá se dedicaba a la costura."Las muchachas de buen pasar podían casarse. Eran solicitadas por los hombres del lugar. Pero para nosotras, que éramos pobres, casi no teníamos esperanzas".
Pero el destino se empeñó en cumplir sus deseos de formar familia. Cuando la adolescencia le entraba en puntas de pies, una carta llegó a su casa. Venía de una tal ciudad llamaba “Córdoba”. Allí, un señor de una muy buena posición (“un buen partido”) escribía solicitando esposa. Su apellido era Sukiasian.
Y allí partió Rose con una maleta de cartón a un barrio llamado Pueyrredón de un país llamado "la Argentina". Se casó y transcurrió sus años mozos siendo una esposa fiel y dedicada.
Hoy recuerda y pinta. No quiere paisajes en llamas, sino lugares bonitos. Antes que el rojo del fuego, prefiere el azul del mar. 


Más información: 
"Panturquía" se llamó al movimiento étnico destinado a recuperar los territorios de la Gran Turquía. En 1922, los turcos incendiaron Esmirna (Smyrne) en su intento por recuperar antiguos territorios. La ciudad le pertenecía a Grecia, y allí vivía un gran número de armenios acaudalados. 
La limpieza étnica fue otra de las avanzadas turcas. Miles de armenios fueron aniquilados. Fue la persecución más prolongada de la historia. Se inició en 1895 y continuó en 1923 con Kemal Ataturk ("padre de Turquía").










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