miércoles, 15 de mayo de 2013
En el doce B de bueno
Con una mano digo adiós, con la otra sujeto la guitarra. Es un domingo de febrero de 1999 y me despido de mis padres en la terminal de ómnibus de Brinkmann. Viajo con rumbo fijo: me espera mi hermana en el departamento 12 B del pasaje Eugenio Garzón. Pero con destino incierto. Cómo cruzo la calle. Dónde pago los impuestos. Qué colectivo debo tomar. Mi casa ya no es más mi casa.
Tarde lluviosa de marzo. El parquet está embarrado. Guitarreada con los salteños para celebrar que ingresamos a la carrera de Comunicación Social. Fue fácil. Mejor así.
Se suponía que íbamos a estudiar pero terminamos chupando en el balcón. Seis compañeras se quedan a dormir en el depa. Borracha con medio vaso de Gancia. Pablo pregunta cómo mierda hice para chuparme así, en la entrada del boliche cuyo nombre no puedo recordar. El de la calle Lugones, que se ponía los jueves.
El freezer está lleno. La vieja mandó tartas del pueblo. En la de brócoli se le fue la mano con la sal. Mi hermana se calzó las pantuflas de osito. Sonamo, otra vez pasa la noche en vela. Que se apure si quiere ser dotora. Es domingo de julio y Lea acaba de llegar de Morteros. Comienza a extrañar otra vez. Ojalá hubiese tenido los medios para poder ayudarla.
* ¿Qué piso era?
* El doce B de bueno
El portero suena como chicharra. Es un martes de mayo de 2002, mi cumple número 21. Cara de muerto se asusta al ver tamaña cantidad de gente entrar. Serán cuarenta, cincuenta? Dónde los meterá? No joda viejo, si todos los vecinos están en la fiesta. Suena la primera chacarera. Tres guitarras, dos bombos y un charango. Laura pregunta cómo se sopla la zamponia y a Pájaro se le ocurren muchas respuestas. Mezcla de tonadas norteñas. Cervezas enfriándose en la palangana con hielo. Un foco envuelto en celofán refleja una luz sugestivamente roja en el diván. El pobre departamento explota. Se acabó el Fernet. Vaquita para comprar más.
Que me disculpen los sabios
Pero la sabiduría
Duerme detrás de tu oreja
Y no en Grecia
Como la historia creía
Juan Luis Guerra suena en el pasacasette. Y pocos quedan al alba. Sólo algunos, tirados en el diván.
Resaca en la clase de Gráfica con el profesor Barabani. Regreso a casa con la Majo. Añoramos el pago. Pero nos damos cuenta de que vivir en Córdoba no está tan mal.
Salto a abril del 2013 y preparo las cosas para la mudanza. No cabe ni un alfiler. Papeles, lo que abunda. Revistas, impuestos viejos, agendas. Una entrada de la Agrofiesta. Fotos. Una carta, se me hace un nudo en la panza.
Cierro por última vez la llave del departamento. Es septiembre del 2013. Suelto amarras. Viejos, descansen en paz. Ya no necesitan pelarse el lomo para que yo estudie. Forjo mi destino: imagino un patio pequeño, una huerta con aromáticas y olorcito a comida saliendo de la cocina. Como en mi casa natal. Otra vez tengo rumbo fijo y destino incierto. Una sensación parecida a la que viví aquel domingo de febrero de 1999. Cuando un taxi me dejó con las valijas y mi guitarra en el 467 del pasaje Eugenio Garzón. Cuando por primera vez toqué el doce B de bueno.
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Te extraño 12 B de bueno.....
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